Días de clase

Hay una jactancia del Gobierno en cuanto a los 180 días de clase; pero sus integrantes no aprendieron ni en el aula que no se pinta en las paredes, menos en los lugares donde cierne el peligro por la elevación del terreno y el gran número de curvas. Es de suponer que ellos no lo escribieron pero que sí lo permitieron y no hicieron nada para subsanar ese embrollo, amén de significar al pueblo de Tucumán una erogación para pintar de blanco los paredones que sirven de seguridad en la ruta hacia Tafí del Valle. En esos mismos lugares figura el nombre de una tercera persona que apoya a los dos primeros para las elecciones de este año, demostrando, igualmente, que es analfabeto, pues no ha llegado a comprender que hay respetar todos los lugares de la comunidad, sin mancharlos. A ese lugar de veraneo acuden no sólo los tucumanos, sino nacionales y extranjeros quienes, al retornar, se llevan una imagen calamitosa de la administración provincial, que permite el deterioro no sólo de la propiedad sino el mal uso de los dineros que pertenecen al pueblo. Pero no sólo es el pintarrajeo sino el léxico usado en los carteles publicitarios, en donde se puede leer “parke” en lugar de parque, demostrando que los 180 días es una alabanza desordenada y presuntuosa. Desde antaño se sabe que la mejor enseñanza es el ejemplo, en consecuencia niños, adolescentes y jóvenes que recorrieron esa carretera tendrán una autorización tácita para dañar la propiedad pública, salvo que los padres que les acompañaron haya explicitado con detalle la falta de cultura de esos llamado políticos que permiten que sus nombres queden estampados durante mucho tiempo en las calles del Jardín de la República. Para una publicidad adecuada no sólo es necesaria una buena técnica y un buen pensamiento y figura, sino el sentido común que no irradie una imagen contraria a la realidad evidenciando, además, la ética para colocarlos en un lugar adecuado manteniendo la prestancia de la ciudad a la que representan. Los políticos que no supervisan esos atributos de la publicidad callejera, denotan insuficiencia profesional y carencia de idoneidad para gobernar una comunidad.

Fernando Sotomayor

J. B. Alberdi 139

San Miguel de Tucumán

Esclavitud

La Cabaña del tío Tom, obra de Harriet Beecher Stower, manifiesta el sentido de la esclavitud dominada por la alta sociedad, carente de educación, fraternidad y principios humanos, a los cuales se le suman la ineptitud de la religión para favorecer a los pobres negros que, en la obra, son sometidos a los caprichos de sus amos. Publicada el 20 de marzo de 1852, la obra no se aleja de su tema central en la actualidad, porque permite repensar y analizar qué es la esclavitud en tiempos actuales y, más aún, en este año electoral. Si trasladamos el eje temático en la vida actual y real, cabrían las preguntas: ¿a qué estamos sometidos?, ¿a qué nos someterán los “políticos” en este año electoral? Estamos condenados socialmente a creer que, con soberbia certeza imaginaria, tenemos el poder de elegir a alguien capaz, competente, preparado y exitoso para salir de una crisis socioeconómica y cultural, razones por las cuales, para algunos, se nos hace humillante tener que elegir a personas incapaces, sedientas de poder y ambiciones personales, para que pueda dirigir una barca que llaman pueblo. ¿Cuántos candidatos resultan capaces de afrontar las demandas de Santa Ana? ¿Cuántos candidatos recurrirán a la simpleza de las necesidades básicas de este pueblo? ¿Cuántos intentarán ser humildes y francos a la hora de tomar las riendas de un Santa Ana abandonado y desprotegido? ¿Cuántos cumplirán con las promesas repetidas y malgastada por el tiempo? Todos encadenan la suerte del destino de Santa Ana a manos de su sed mezquina, egoísta y avarienta, sólo por un rato de gloria. Augustine St Clare, uno de los personajes de la obra de Stower, decía en un diálogo con su prima Ophelia: No lo he dicho como disculpa; no, además diré que la nuestra es una violación más descarada y palpable de los derechos humanos: comprar de hecho a un hombre como si fuera un caballo, mirándole los dientes, moviéndole las articulaciones y haciéndole pruebas para después pagar por él con dinero en efectivo, el que tengamos especuladores, criadores, tratantes y corredores de cuerpos y almas humanos, todo eso pone el asunto a los ojos del mundo civilizado en una forma más tangible, aunque sea por su naturaleza igual; es decir adueñarse un grupo de seres humanos de otro para su uso y disfrute sin tener en cuenta sus propios intereses (Cap XIX, pág. 265). Esta última parte del diálogo es lo que resulta evidente de la sociedad actual de nuestro pueblo. No hace falta ser como los esclavos de la obra, simplemente nos convertimos en esclavos, engañosamente libres. Muchos “militantes” venden su pequeña dignidad a cambio de un sueldo, sin tener educación ni ganas de que el pueblo progrese. Van detrás de sus intereses a costa de todo. Peor aún, los amos a los cuales estamos condenados a elegir en Santa Ana, les cuento, son los amos que ningún esclavo como el viejo Tom querría tener. Vuelve el amo que vendió las ruinas del ingenio y un complejo deportivo y que, además, no le cambió la cara al pueblo. El otro, el reciente, insiste y dibuja una realidad que solo él ve desde sus autos y sus secuaces ignorantes lo difunden desde un espejismo decadente. También viene el que viste su humildad con pobreza y oportunismo, el que cobra a los viejos por un turno de Anses. Y después hay dos más de los muchos que saldrán a vestirse de gala y enaltecerse por tener la palabra para unos cuantos, por un breve periodo de tiempo: los dos fueron segundo del reciente, ambos tienen el espíritu competitivo remojado en las aguas del resentimiento. Palabras van y palabras vienen, pero nada hace que la imagen cambie sin antes cambiar sus acciones. Duermen con un peluche que llaman Néstor mientras su madrastra les hace la leche; sueñan el sueño del progreso en manos de la inclusión y se olvidan de los incluidos. Alzan las banderas según el color de moda y se hace evidente que no tienen memoria. Esta es la esclavitud a la cual estamos condenados. Viviendo en una comodidad artificial, frágil e inútil para el porvenir. Pensamos en el futuro inmediato olvidándonos que mañana es otro día. Necesitamos de la simpleza, humildad, sinceridad y compromiso, no promesas gastadas. Y si alguien piensa lo contrario, que venga en un día de lluvia a Santa Ana y verán cómo el agua revive las ruinas que el tiempo no puede ocultar.

Daniel Brizuela

Santa Ana-Tucumán

Cuatro letras

Fue escrita por Juan Carlos Cobian para la obra de teatro titulada “Los dopados”, de Raúl Doblas y Alberto Weisbach, estrenada en el teatro porteño, década del XX. El tango llevaba el título de la obra, una estrofa dice: “pobre piba, entre dos copas tus amores han logrado, triste hazaña de un dopado, que hoy festeja el cabaret”. El tango fue grabado por el cantor Roberto Díaz, acompañado por el conjunto de Cobián. También instrumentalmente lo graba Fresedo. Llega la época de oro del tango los 40, Troilo encuentra la grabación de Fresedo y fue a verlo a Cadicamo creyendo que Los dopados no tenía letra, pidiéndole que escriba unos versos. Cobián se encontraba en EEUU. El poeta confiando en la amistad con Cobián que ya tenían obras hechas juntos, acepta el desafío y escribe: “Rara. Como encendida, te hallé bebiendo linda y fatal”. Apenas difundido el tango, es censurado, aludiendo la moralización del lenguaje y su relación con el alcohol. Cadicamo es citado por el censor, el poeta no era hombre de soportar presiones se sienta frente a una máquina de escribir y compone otra letra, la que pone a consideración de la autoridad, quien le dice, esta está bien. Cadicamo rompiendo la hoja le dice “sepa que esto es una porquería”. Luego escribe otra letra y la titula “En mi pasado”, con esta estrofa: “Separémonos sin llanto y esta escena no alarguemos, es preciso que cortemos, pues te quiero tanto y tanto”. Estos versos fueron grabados por el cantor Andrés Falgás, todo esto con la misma música. Cuando llega Perón al Gobierno, una delegación de gente del tango fue a verlo. El Presidente levanta toda prohibición de nuestra música. Quedando esta frase autoritaria de Cadicamo: “hoy vas a entrar en mi pasado”. Como un resabio a la vieja ley.

Julio Mohfaud

juliomohfaud@hotmail.com

Recuerdo de Reyes

El día de Reyes me trajo el recuerdo de mis padrinos de bautismo y confirmación, ambos fallecidos hace mucho tiempo. Mi padrino de bautismo, nacido a comienzos de los años veinte, era un hombre alcohólico que vivía en situación de calle en los años 70, cuando yo comenzaba a abrir los ojos a la vida trabajando de cadete en una droguería con sólo 13 años de edad. Como sabía que mi padrino frecuentaba la zona del Mercado de Abasto, cuando yo salía a hacer el reparto de mi trabajo, lo buscaba para conversar un rato. Era un manantial de sabiduría. Sabía de los Proverbios y la Sabiduría de la Biblia, de tangos, de folclore, de fútbol, de poesía y de muchas cosas importantes más de la vida. Yo me recreaba escuchándolo hablar. Obviamente, por mi corta edad, yo no sospechaba siquiera lo importante que era para mí ese hombre harapiento y desaliñado que me hablaba con tanta facultad. Muy temprano partió en los años de mi mocedad. Y mi padrino de confirmación, era un modelo de hombre formal. Tenía un gesto áspero en su mirada y su forma de hablar, vestía de manera muy formal, impecablemente diría, y me trataba de usted. Yo, con sólo seis años, era en su presencia como un niño frente a un árbol gigantesco de cariño no expresado sino solamente con regalos. Regalos que eran infaltables todos los años. Mi niñez no habría sido la misma sin mi padre y mis padrinos, grandes amigos suyos. Ellos me enseñaron desde pequeños las grandes verdades de la vida, de acuerdo a sus miradas, a sus sentimientos y a su forma de vivir. Ellos fueron los tres Reyes Magos que tuve la suerte de verlos y conocerlos y cuyos recuerdos vivirán por siempre dentro de mí.

Daniel E. Chávez

Pje. Benjamín Paz 308

San Miguel de Tucumán